El 10 de mayo de 1994, el entonces líder indiscutido del pueblo palestino y presidente de la Organización por la Liberación de Palestina (OLP), Yasser Arafat, pronunció un discurso en una mezquita en Johannesburgo, Africa del Sur. Obviamente no estuvo destinado a la prensa, pero un corresponsal occidental logró grabarlo en secreto.
Entonces, en pleno proceso de Oslo, algunos meses después de la firma solemne del acuerdo de mutuo reconocimiento entre la OLP e Israel, en la Casa Blanca en Washington, Arafat dijo: «La Guerra Santa (Yihad) continuará y Jerusalém será no sólo para el pueblopalestino, sino para la nación musulmana. Nuestra principal batalla será por Jerusalén, el primer santuario de los musulmanes. Este acuerdo (con los israelíes) no es diferente del que nuestro profeta Mahoma firmó con los Quraish y ustedes seguramente recordarán que el califa Omar no lo aceptó y consideró despreciable la celebración de una tregua».
Arafat se refirió a un tratado de paz entre Mahoma y la tribu judía de Quraish en La Meca en el año 628 que el profeta violó, pretextando una presunta violación del acuerdo por los Quraish. Al justificar su conducta, Mahoma afirmó: «Si hago un juramento y luego encuentro algo mejor, uso lo más favorable y quiebro el juramento» .
Cabe señalar que todos los actos de Mahoma son considerados «ejemplares» por los musulmanes a diferencia de los judíos que no pretenden que ninguno de ellos imite a Moisés, y de los cristianos, que no consideran en modo alguno que los creyentes deban tomar como ejemplo de vida a Jesús. Pero si el profeta Mahoma predicó el engaño como táctica para lidiar con un enemigo del islam, ese acto, por más cuestionable que pueda resultar desde una óptica contemporánea, constituye una acción virtuosa.
La aprobación de la conducta del profeta Mahoma se basa en el concepto de «Taqiyyah», o sea «disimulo o engaño», una conducta avalada por el Corán. Según la sharía, todos los actos humanos son definidos por categorías: prohibidos, indeseables, permitidos, recomendados u obligatorios. En situaciones de guerra, los musulmanes pueden abjurar de la religión para salvar la vida, aunque se trate de una abjuración falsa. En contraste con los judíos religiosos que durante siglos prefirieron morir «santificando a Dios» (Kidush Hashem) que convertirse a otra religión y con los primeros cristianos, que estaban dispuestos a morir como mártires para no traicionar su fe, el islam vio siempre la falsa conversión como una táctica legítima para engañar a los infieles. La taqiyyah también ha jugado un rol importante en las confrontaciones violentas entre la Sunna y la Shía, y hoy es considerada como un recurso aceptable por todas las sectas del islam.
El especialista en islam, Raymond Ibrahim, norteamericano de origen egipcio-copto, escribió en la revista militar británica «Jane’s» en octubre de 2008 un amplio artículo sobre la «Taqiyyah» en el que explicó sus orígenes históricos.
Ibrahim sostiene que el «sentido común» o la «opinión universal» tienen poco que ver con los conceptos del islam sobre lo que está bien y lo que está mal. Sólo lo que Alá, (por medio del Corán) y su profeta Mahoma (por medio del Hadith, o sea los dichos proféticos) dictaminan, es lo que tiene validez. Igualmente son aceptados los juicios de los grandes teólogos y juristas del islam, considerados «Ulemas» (que significa, los que saben).
Como doctrina, la «taqiyya» fue codificada por los musulmanes chíítas, en primer lugar como resultado de su experiencia histórica. La «Shiah» surgió como resultado del cisma en el islam producido luego de la muerte del profeta Mahoma. Mientras los sunnitas apoyaron a los primeros califas elegidos entre los «compañeros del profeta», los chiítas defendieron el liderazgo de Alí, primo y yerno de Mahoma. Después de largos años de enfrentamientos violentos, la «Shiat’Ali», fracción de Alí, fue derrotada en la batalla de Kárbala (hoy en Irak) en el año 680. Desde entonces, la Shía fue la rama minoritaria del islam, siendo a menudo discriminada y perseguida por la Sunna mayoritaria.
A lo largo de los siglos, muchos chiítas que vivían en sociedades con grandes mayorías sunnitas fueron discriminados y considerados herejes, por lo que a menudo ocultaron su identidad religiosa. Como resultado de 1.400 años de uso de la «Taqiyyah» por los chiítas, a menudo los sunnitas acusan a los chiítas de ser mentirosos recalcitrantes considerando que la «taqiyyah» está profundamente arraigada en la cultura chiíta.
A lo largo de la historia, los sunnitas no tuvieron que utilizar la «taqiyyah» en los países musulmanes en los que eran mayoría, pero en las últimas décadas la situación varió, al incrementarse la emigración de musulmanes a países occidentales de raíz cristiana. Por ejemplo, debían demostrar cierta voluntad de integración, lo que implicaba negar ciertos aspectos del islam bastante poco simpáticos para no-musulmanes, como la división del mundo en «Dar el Islam» y «Dar el Harb» (la casa del islam y la casa de la guerra), lo que implica la idea de una guerra permanente del islam contra todas las otras religiones o culturas, o la prohibición de toda relación amistosa con los «kuffar» (herejes), lo que implica un virtual rechazo de la idea de una genuina integración a una sociedad no-musulmana.
Raymond Ibrahim cita un importante texto árabe considerado clásico, Al-Taquiyyah Fi Al-Islam: «La Taqiyyah tiene una importancia fundamental en el islam. Prácticamente es aceptado y practicado por todas las sectas islámicas. Podemos decir que la práctica de la «taqiyyah» se ha generalizado en el islam a tal punto que quienes no la practican, sólo integran grupos marginales… La Taqiyyah es muy utilizada en la política islámica, especialmente en la era moderna».
La legitimidad de la utilización del engaño en el islam se deriva de su uso por el propio Mahoma. El profeta permitía incluso el insulto a su religión como una táctica válida para desenmascarar a sus enemigos. Sahib Bukhari y Ibn Sad, compiladores tempranos de los dichos del profeta, cuentan la siguiente historia: «Un poeta, Kab bin al-Ashruf, ofendió a Mahoma al escribir un verso insultante contra las mujeres musulmanas. Mahoma se dirigió a sus seguidores y les preguntó: ¿Quién está dispuesto a matar a este hombre que ha ofendido a Alá y a su profeta? Un joven musulmán llamado Mahoma bin Maslama se ofreció como voluntario, pero condicionó su aceptación a que se le permita mentir al poeta. Mahoma estuvo de acuerdo. Maslama viajó adónde se encontraba Kab y comenzó a denigrar el islam. La vehemencia del joven en su actitud crítica convenció al poeta disidente, que aceptó su amistad sin sospechas. Al joven traidor no le fue difícil sorprender a Kab y matarlo junto con un cómplice. Ambos fueron a Mahoma llevando la cabeza de Kab y Mahoma celebró la «hazaña» con el clásico grito de guerra musulmán: «Allahu akbar», o sea, «Alá es el más grande».
Según la «Enciclopedia del islam» en la versión Brill, considerada por Ibrahim, la mejor y más completa: «La obligación de la Yihad rige hasta tanto no se haya llegado a la dominación universal del islam. Por ello, la paz con las naciones no-musulmanas sólo puede ser temporaria».
Mahoma proclamó que el Islam es religión y Estado, por lo cual su objetivo es dominar el mundo y establecer un califato mundial. Si la obligación de librar una guerra por la fe es permanente, la obligación de engañar al infiel también lo es. Cuando los musulmanes se convierten en mayoría en cualquier país, niegan a las minorías toda participación igualitaria en la vida política. No es posible que un no-musulmán pueda convertirse en gobernante de un país musulmán y en los países en los cuales se permite la participación de grupos minoritarios en el Parlamento, sus diputados son sólo aceptados como representantes de sus correligionarios. No se les permite tener un rol legislativo. Sólo son aceptados como enlace entre sus correligionarios y el Estado y son considerados como ciudadanos de segunda categoría. Obviamente esto no impide que reclamen como inmigrantes en Occidente derechos y privilegios que no están dispuestos a conceder a minorías no musulmanas en sus propios países.
Para los musulmanes que vienen como inmigrantes a países de «infieles» es bastante incómodo tener que explicar que no se consideran iguales sino superiores a quienes los acogen y que su aspiración es dominar e imponer su estilo de vida al país al cual llegan como inmigrantes de una minoría. Por eso recurren a la «taqiyyah» jurando y perjurando que el islam es una religión de paz y que ellos sólo aspiran a integrarse y ser buenos ciudadanos.
Fuente: Israel en línea.com
http://bajurtov.com/2016/01/31/taqiyyah-la-mentira-sagrada/