El líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, habla durante las oraciones del viernes en Teherán, el 14 de septiembre de 2007. (REUTERS)
Al igual que otras ideologías totalitarias, desde sus comienzos en la década de 1960, el khomeinismo ha tratado cíclicamente de resumir su razón de ser en una sola palabra.
La primera palabra, utilizada contra las reformas del Shah, incluida la igualdad para las mujeres y la tierra para los campesinos pobres fue "mashru'eh", que se supone simbolizaba la supremacía de la ley religiosa sobre la legislación hecha por el hombre.
A principios de la década de 1970, el ayatollah adoptó otra palabra: “Islam”, y afirmó que no permitiría “una palabra más o una palabra menos”, Islam englobaba todo según los khomeinistas. A fines de la década de 1970, la palabra mágica había sido reemplazada por “enqleab”, que en persa, significa “revolución”. Pronto, sin embargo, la palabra perdió todo significado cuando una nomenclatura emergente reemplazó a las élites gobernantes derrocadas y comenzó a comportarse peor que el régimen caído.
La palabra mágica para la década de 1980 fue "Yang" (guerra). Respecto de ella, Khomeini dijo que era "una bendición de Dios" para guiar a su ejército de 10 millones de hombres a conquistar el Medio Oriente, incluidos los "Santuarios Sagrados" en Irak y la eliminación de Israel del mapa como un comienzo para "terminar con América".
A medida que esos sueños se desvanecían con el amanecer de la realidad, se puso en circulación otro lema: “muqawimah” (resistencia). Pero esa palabra también resultó ser hueca cuando el “Imam” debió volver sobre sus pasos y acordó poner fin a la guerra con Irak sin haber “liberado” ni Karbala ni Jerusalém.
El sucesor de Khomeini, el ayatollah Ali Khamenei, trató de imponer su impronta ideológica expandiendo sus propias palabras, asi, utilizó la frase: "Tammadun novin Eslami", que significa "la nueva civilización islámica". Para promover su eslogan, Khamenei escribió "cartas abiertas a los jóvenes del mundo", invitándolos a adoptar la versión khomeinista del Islam como modelo para una nueva civilización. También creó una oficina especial encabezada por uno de sus mejores hombres, educado en los Estados Unidos, el Dr. Ali-Akbar Velayati, a quien otorgo un presupuesto generoso para promover la idea. Velayati viajo a El Cairo en 2012 para aconsejar al entonces presidente egipcio Mohammed Morsi que disolviera el ejército, creara una guardia revolucionaria y firmara una alianza con Teherán, nada de eso dio resultado.
Hacia el interior de Irán, el mensaje era que la actual “civilización islámica”, producto de los pensadores iraníes, se había estancado, ya no era capaz de levantar a los “musulmanes puros sedientos de martirio”. En consecuencia, era necesario enseñar a los jóvenes a renunciar a las alegrías transitorias y superficiales de la vida terrenal y a luchar por el martirio (el punto más alto del logro humano según la revolución). En el presente, está claro que el eslogan de tres palabras de Khamenei no logro tener éxito frente a la realidad de Irán.
Así, cuando los iraníes se levantaron en rebelión las ultimas semanas por el triple aumento del precio del combustible como pretexto para desahogar su ira y frustración, estaba mas que claro que el eslogan de tres palabras de Khamenei ahora se convirtió en otro fracaso rotundo.
Sacudido por el levantamiento popular que, según el Ministerio del Interior Islámico, afectó más de 100 ciudades, Khamenei y su equipo comenzaron a buscar un nuevo eslogan. En el tercer día de las protestas, que pueden o no continuar, aunque con diferente ritmo e intensidad, se les ocurrió un nuevo eslogan: “amniyat” (seguridad). “La seguridad es nuestra línea roja”, declaró Khamenei en uno de sus sermones a una audiencia cautiva. “No puede haber ningún gobierno o país sin seguridad”, publico el diario Kayhan que refleja la posición del “Guía Supremo”.
En una editorial, de esta semana Kayhan habló de "saquear las casas y tiendas de la gente que participe de la rebelión e insto a quemar sus negocios y matar a muchos ciudadanos inocentes".
Por su parte, el presidente Hassan Rouhani, invitó a la ciudadanía a valorar la seguridad de la que disfrutan y no permitir que sea socavada por "malvados alborotadores".
También, y para afirmar que el levantamiento amenaza la seguridad nacional, el régimen fomentó un sensación de inseguridad. Los medios controlados por el estado publican informes (idénticos e inventados tanto en farsi como en idioma árabe) de propaganda sobre saqueos a centros comerciales y supermercados como a sucursales bancarias que han sido robadas e incendiadas afirmando que “agentes y asesinos extranjeros” habían organizado y liderado las protestas.
Para hacer las cosas mas difíciles, el gobierno aconsejó a los miembros de los servicios de seguridad y militares que no aparecieran solos en público. También se aconsejó a miembros del clero chiíta que mantuvieran un perfil bajo y, siempre que fuera posible, evitaran usar ropa tradicional en público. La misma sensación de inseguridad que el régimen deseaba fomentar aumentó cuando los yihadistas extranjeros quisieron atacar en Teherán para la Conferencia de Unidad Islámica, por lo que se cancelaron las “peregrinaciones” a Mashhad y al “Santuario” de Khomeini.
Sin embargo, como todos los otros eslogans utilizados por la élite khomeinista en los últimos 40 años, el eslogan de la “seguridad” se basa en un paquete de mentiras. Así es como la agencia oficial de noticias IRNA informó el lunes lo que denominó “daños graves a la seguridad nacional”: imputando el corte de Internet, (una decisión del gobierno), a los manifestantes.
Habiendo fallado en todo lo demás, Khamenei ahora está tratando de presentarse como el único garante de seguridad para los iraníes, y para ello, los amenaza implícitamente con una tragedia "similar a la de Siria". Al mismo tiempo, sus apologistas en Occidente, advierten contra cualquier acción que pueda provocar que Khamenei active su "cinturón suicida" para explotar, y con él todo el Oriente Medio. No es extraño entonces que la editorial de Al Kayhan del lunes, pidiera "venganza contra quienes organizaron los disturbios". Exigiendo atacar sus "centros estratégicos y económicos", y agregó: "Podemos ponerlos de rodillas fácilmente", activando el cinturón suicida de Khamenei.
Sin embargo, lo cierto es que el "cinturón suicida" de Khamenei es tan falso como todo lo demás que sostienen los mullah desde un régimen que claramente ha perdido la confianza de la ciudadanía.