“Long COVID”: los desafíos de atender pacientes que sufren síntomas devastadores durante meses
Se estima que al menos el 10% de las personas con coronavirus tendrá síntomas persistentes que no se resolverán por meses. Desde secuelas respiratorias, cardiacas, pasando por la molesta pérdida de olfato, hasta consecuencias neuropsiquiátricas. Infobae consultó especialistas para intentar decodificar las incógnitas principales
Por Valeria Chavez
Una reciente publicación de The BMJ puso números a un fenómeno que desde el inicio de la pandemia comenzó a documentarse: el síndrome post COVID, también llamado long COVID o COVID prolongado.
Se estima que al menos el 10% de las personas con coronavirus tendrán síntomas persistentes que no se resolverán por meses. Extrapolado a la carga global actual de COVID-19, esto sugiere potencialmente más de cinco millones de personas con síntomas persistentes actuales.
La publicación sugiere que “se necesita investigación biomédica para abordar los muchos desafíos impuestos por estas estimaciones: evaluación formal de la epidemiología, factores de riesgo, síntomas y patología”. “Necesitamos criterios reconocidos para un diagnóstico de trabajo, sobre todo para facilitar el acceso a los servicios adecuados y permitir la planificación de la prestación de asistencia sanitaria -reconocen los investigadores-. Pero también debemos pasar de lo observacional a lo intervencionista. Para lograr esto, será necesario pensar mucho para decodificar los mecanismos etiológicos en una condición de confusión que parece moverse entre distintas especialidades clínicas y vías de tratamiento”.
Para empezar a desentrañar de qué se trata este fenómeno que médicos y pacientes comenzaron a conocer casi en simultáneo a medida que empezó a ocurrir, Infobae consultó a la médica infectóloga Isabel Cassetti (MN 55.583) quien definió que “se llama long COVID, COVID prolongado, síndrome post COVID o secuela post COVID a un conjunto de signos y síntomas que se dan y que se desarrollan durante o después de la infección por COVID-19, que continúan por más de 12 semanas y no son explicados por otro diagnóstico”.
“La aparición de estas secuelas no se relaciona con el grado de cuadro viral que tuvo la persona: alguien pudo haber tenido un COVID leve y no haber necesitado internación y sin embargo quedar por ejemplo con mucha astenia (cansancio) que puede durar dos o tres meses”, especificó la directora médica de Helios Salud y miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (Sadi), quien aclaró que “después de 12 semanas la mayoría de los autores hablan de COVID crónico”.
Según Cassetti, “un tema de controversia es que no hay acuerdo en qué semanas se toman y la forma de evaluarlo, por lo tanto no es una definición uniforme ni una evaluación uniforme de esta situación”. “Se está trabajando para llegar a un acuerdo en el abordaje de este problema”, aseguró.
“Un elemento para destacar es que esto lo aprendimos con el tiempo ya que al inicio de la pandemia no se sabía que podían darse estas situaciones; se fue viendo que la gente dada de alta se reinternaba con algunos síntomas compatibles con lo que hoy sabemos que es post COVID”, sumó, al tiempo que destacó: “Recordemos que tampoco hay un seguimiento tan largo como para sacar conclusiones definitivas”.
En lo quer sí hay consenso entre la mayoría de los especialistas es en el hecho de que “la naturaleza multisistema del COVID-19 en curso significa que debe considerarse de manera integral”, incluso después del alta.
Reconocer el post COVID, el primer paso (consultar a tiempo, el segundo)
Tras asegurar que “estas alteraciones no son predecibles” y que “las pueden presentar tanto aquellas personas que hayan tenido enfermedad leve o moderada como aquellas que hayan tenido un cuadro grave”, Cassetti señaló que “hay tres situaciones clínicas que suelen observarse y considerarse long COVID”.
Y enumeró: “Una son las secuelas respiratorias, otras son las cardíacas y por último las neuropsiquiátricas”. “Dentro de las primeras puede haber persistencia de tos, pero fundamentalmente lo que se observa es dificultad para respirar o limitación al caminar por esa sensación de falta de aire que la persona percibe -detalló-. Lo que pueden observarse son alteraciones en tomografía o en las pruebas funcionales respiratorias”.
Respecto a los síntomas cardíacos “puede presentarse hipotensión, taquicardia y sensación de dolor en el pecho”. “Lo que se hace es una evaluación cardiológica para descartar que esa persona no tenga una arritmia u otro problema. También se puede observar miocarditis, que es inflamación de la fibra del corazón”, puntualizó Cassetti.
Y el tercer elemento, que es el neuropsiquiátrico “está relacionado a que pueden presentarse alteraciones neurológicas, alteraciones en la memoria, dificultad para la concentración, polineuritis, o dificultad para caminar”. En paralelo con todo esto, están las consecuencias psiquiátricas, que suelen presentarse con episodios de depresión y ansiedad.
“Otra cosa que suele observarse es la persistencia de dolores musculares, articulares, dolores abdominales o irregularidades intestinales”, agregó.
Para la infectóloga “en primer término es importante saber que cuando los pacientes presentan estos síntomas no contagian”. “Y por otro lado, la importancia de conocer esto radica en que los médicos tenemos que estar al tanto de que esto existe y estar alertas para el seguimiento al alta”, enfatizó.
“Es muy importante tratar de intervenir en forma temprana, e implementar los estudios necesarios para que la secuela no lleve meses -recomendó Cassetti-. Cuando el paciente se va de alta, hay que indicarle cómo y dónde se le va a efectuar el seguimiento”.
Con ella coincidió el médico neurólogo Conrado Estol (MN 65.005) quien destacó que en el mundo “ya existen clínicas post COVID que son de múltiple especialidad e incluyen médicos clínicos, infectólogos, neurólogos, cardiólogos, nefrólogos, diabetólogos, psiquiatras, etc”. Para él, “la persona dada de alta tendría que tener una cita dentro del mes para hacer una evaluación y descubrir tempranamente si quedó con alguna alteración”.
Un examen neurológico clínico (sin imagen), un ecocardiograma y un laboratorio completo para Estol sería suficiente “para tratar de detectar tempranamente alguna señal de COVID prolongado”. Porque, según precisó, “lo que se vio es que muchos de los que se reinternan y mueren son los que tienen una deficiencia multiorgánica: se ven anomalías en pulmón, páncreas, cerebro, hígado, que con algunos estudios puntuales podrían detectarse a tiempo”.
“En Buenos Aires hay grupos interdisciplinarios que trabajan en secuelas post COVID, e incluso en muchos lugares del mundo como los EEUU hay clínicas destinadas exclusivamente a la atención de estos pacientes”, concordó Cassetti, quien hizo hincapié en ”intervenir precozmente con un equipo interdisciplinario para que cada uno de los especialistas decida cuál es el mejor tratamiento y cómo diseñar la rehabilitación de cada persona”.
Acerca de la nada trivial pérdida del olfato
El síntoma es tal vez uno de los menos tenidos en cuenta de todos los que se consideran compatibles para COVID-19. Si bien es de los más característicos de la enfermedad, su manifestación no se asocia con “riesgo de vida” y es por eso que hasta se suele bromear al respecto.
Pero lo cierto es que nada de banal tiene para la calidad de vida de una persona perder la capacidad de distinguir los aromas, o directamente no oler.
“La anosmia es la falta cuantitativa de olfato y es un síntoma cardinal del COVI-19, más aún en pacientes jóvenes. Puede aparecer como única manifestación o junto a las otras como fiebre, dificultad respiratoria, dolor de garganta o tos”. Stella Maris Cuevas es médica otorrinolaringóloga (MN 81701), experta en olfato y alergista y ante la consulta de Infobae señaló que “en general, de acuerdo a la evidencia observada en la consulta, aquellos pacientes que sólo presentan anosmia tienden a recuperarse en un corto tiempo e incluso hay casos en que el olfato se recupera antes del alta epidemiológica,que ocurre en el día 11”.
Para la expresidenta de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires (AOCBA) “esto se podría pensar que ocurre por la baja carga viral que estos pacientes con cuadros leves presentan”.
Y tras remarcar que “otros pacientes se recuperan en más días, pero refieren que su olfato no es del 100%”, Cuevas recordó que “el olfato da el 80% del sabor, o sea, la posibilidad de poder apreciar los gustos de una bebida o comida”.
Si bien la experta aseguró que “se observa que la recuperación es bastante rápida”, destacó que actualmente recibe pacientes que fueron de los primeros que pasaron por una alteración olfatoria y refieren que disminuyó muchísimo su calidad de vida.
“Algunos se recuperan de la anosmia sin consultar, pero hay un alto porcentaje de pacientes post COVID que refiere alteraciones cualitativas, se entienden por estas cuando se altera la calidad de lo que uno huele o come y es entonces cuando estamos ante una disosmia, que es la distorsión en la interpretación de los olores y se clasifica en dos grandes grupos: parosmia -la alteración en la percepción de los olores o sabores- y fantosmia, que se trata de percibir un olor ante la ausencia de la sustancia olorosa”, ahondó Cuevas.
La otorrinolaringóloga aseguró que a causa de estos trastornos a largo plazo, “muchas personas dejan de alimentarse, o bien comen porque tienen hambre pero no porque tengan apetito o deseo de algo delicioso, y cada vez son menos las comidas que les resultan tolerables”.
“En los últimos días creció la consulta con una manifestación nueva y es también una consecuencia de COVID cualitativa: se llama heterosmia y es cuando el paciente refiere ante la presencia de olores diferentes que puede haber en la casa similitud frente a cualquiera de ellos -adelantó-. Todo le sabe lo mismo, y generalmente tiende a ser feo”.
Acerca de qué conviene hacer en estos cuadros, Cuevas recomendó: “Cuando pasado el cuadro viral el paciente no recuperó el olfato es recomendable hacer un estudio que se llama olfatometría, a través del que se puede objetivar lo que refiere el paciente, que no deja de ser subjetivo”.
Una vez que se tiene el resultado y se sabe frente a qué tipo de cuadro se está, se inicia el tratamiento, que consta de neuroregeneradores y complejos vitamínicos B1, B6, B12, A, D y como último recurso la rehabilitación, sabiendo que el cerebro tiene una neoplasticidad, que es la capacidad de incorporar los olores que se perdieron.
“La recuperación depende mucho de la constancia, disciplina y paciencia del paciente”, finalizó Cuevas.
Por último, para Cassetti “en todos los aspectos es muy importante tener en cuenta el comportamiento de la persona, su estado anímico, psicológico, cuál fue el impacto que tuvo el COVID en su vida y considerarlos también para mejorarlos”. “Como médicos tenemos que tratar que todo lo que quedó después del COVID pueda mejorarse y en lo posible desaparecer con el objetivo de mejorar la calidad de vida del paciente”, finalizó.
https://www.infobae.com/america/tendencias-america/2021/04/10/long-covid-los-desafios-de-atender-pacientes-que-sufren-sintomas-devastadores-durante-meses/
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