martes, 30 de junio de 2015

El efecto mariposa
Mi Enfoque #562, 26 de junio, 2015 por David Mandel, enfoque@netvision.net.il

Teodoro Herzl, periodista austriaco de 35 años de edad, despertó temprano en la mañana del sábado 5 de junio de 1895. Desde la ventana de su dormitorio, en el departamento del tercer piso en la Rue de Passy, veía el cielo azul de la primavera parisina. Las ramas de los árboles se movían impulsadas por una brisa que venía del río. Comió el desayuno que su esposa, más madrugadora que él, ya le había preparado. Se despidió de ella con un beso y bajó apresurado los tres tramos de escaleras.

Cruzó el Puente d'Iéna sobre el río Sena y caminó bajo la Torre Eiffel, construida seis años antes para la Exposición Universal de París del año 1889. Recordó con una sonrisa que dos semanas antes había enviado a su empleador, el prestigioso periódico vienés, Neue Freie Presse, un artículo comentando la controversia entre quienes consideraban a la torre un monstruo de hierro y exigían su demolición y los que la admiraban como un ejemplo del liderazgo tecnológico de Francia.

Decenas de personas estaban caminando por los jardines del Champ de Mars en dirección a la Ecole Militaire. La intención de todos ellos, al igual que la de Herzl, era estar presentes en un momento histórico: la degradación y humillación pública del Capitán Dreyfus, un oficial acusado, juzgado y condenado por traición a la patria.

Herzl enseñó sus credenciales de periodista a un oficial y éste le permitió pasar a la primera fila. A pesar de que aún faltaban horas para el inicio de la ceremonia, miles de personas estaban aglomeradas en los costados del patio, y cientos más continuaban llegando.

A las 12 del día Dreyfus fue traído al centro del patio. Un oficial le arrancó sus insignias de rango, le quitó la espada y la rompió en dos pedazos. Los gritos de la multitud, "¡Muerte al traidor!," "¡Muerte al judío!" eran ensordecedores.
  
Dreyfus fue enviado a cumplir su condena en la Isla del Diablo, en la Guayana Francesa, frente a la costa noreste de Sud América. La identidad del verdadero traidor, un oficial llamado Ferdinand Esterhazy, protegido por el Alto Comando, era de conocimiento público. La descarada injusticia provocó las protestas indignadas de importantes personalidades. El afamado escritor Emile Zola defendió la inocencia de Dreyfus en una carta abierta al presidente de Francia, titulada J'accuse…! que fue publicada por el diario L'Aurore el 13 de enero de 1898.

El juicio a Dreyfus fue reabierto en el año 1899, pero nuevamente fue declarado culpable. Recién en el año 1906 fue exonerado, reintegrado al ejército y condecorado con la Legión de Honor. Dreyfus, posteriormente, ascendió al grado de Teniente Coronel y sirvió con distinción en el ejército francés durante la Primera Guerra Mundial.

Herzl nunca pudo olvidar el odio implacable contra los judíos que presenció en las turbas de Francia, el país más liberal, secular y tolerante de Europa. Esto lo llevó a la conclusión de que la solución al problema del antisemitismo era que los judíos tuviesen un Estado independiente en su tierra ancestral.

Cinco décadas después, tal como Herzl lo profetizó, la cadena de eventos que se inició con el juicio de Dreyfus culminó en la proclamación del Estado de Israel.

El juicio de Dreyfus es un ejemplo clásico del "efecto mariposa", el nombre que los científicos dan a una pequeña perturbación inicial que, mediante un proceso de amplificación, genera un efecto grande y desproporcional a corto o mediano plazo de tiempo. El nombre proviene de un proverbio chino: "el aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un huracán al otro lado del mundo."

Si Dreyfus no hubiese sido un judío asimilado y ardiente patriota francés; si el Alto Comando no hubiese sido corrupto; si las turbas francesas no hubiesen expresado un virulento odio antisemita; si Herzl no hubiese estado en París en esos momentos; si uno solo de esos eventos no hubiese ocurrido, es probable que hoy no existiera el Estado de Israel.

Pero, la realidad es que todos esos eventos ocurrieron, y fueron el catalizador de un proceso que culminó cinco décadas después en la creación de un Estado judío independiente, que dio fin a 2,000 años de exilio.

Mucho ha cambiado desde que Dreyfus fue enviado a prisión hace 120 años, pero parte de ese cambio es más aparente que real. Los judíos tienen hoy un Estado, pero eso no ha resuelto el problema milenario del odio antisemita. Las acusaciones contra Dreyfus, su juicio y su condena continúan hoy, mutadas en la demonización, la Ilegitimización de Israel y el boicot del Estado judío. La hipocresía, corrupción y obsesión anti-judía del Alto Comando Francés han sido heredadas por las Naciones Unidas y por numerosas ONG. En París, y en muchas otras ciudades europeas, multitudes antisemitas, azuzadas por fanáticos islámicos y por gente de ultra izquierda y ultra derecha,  desfilan en calles y avenidas exigiendo a gritos y con cartelones la destrucción de Israel y la muerte de judíos. 
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