Rastros de destrucción y muerte
Fuente: El Mundo
El Estado Islámico se repliega dejando atrás fosas comunes
La razón para enterrar los cadáveres en fosas comunes es para “humillarlos” y “que nunca se sepa de ellos”. Este suceso se está investigando a fin de acusar al Estado Islámico de genocidio. En las fosas se han hallado cuerpos de funcionarios gubernamentales y de civiles, indiscriminadamente.
Las fosas comunes son el símbolo de las mayores barbaries de la historia de la humanidad. Y el auto denominado Estado Islámico y su califato del terror las han abierto en Siria e Irak. Tras la ocupación la semana pasada de la ciudad de Palmira, también conocida como Tadmur, las fuerzas leales al gobierno del presidente sirio Bashar Asad se han topado con una gran fosa común con al menos 40 cadáveres, entre ellos los de mujeres y niños. Según cuentan a la agencia France Presse fuentes militares familiarizadas con el hallazgo, algunos de los cuerpos estaban decapitados, y otros aparecían con orificios de bala. Entre los muertos hay funcionarios gubernamentales, soldados, miembros de milicias pro gobierno y familiares. Las mismas fuentes aseguran que 24 de los cuerpos pertenecen a civiles, y que tres de estos son de niños. Las identificaciones ya han empezado en un hospital de la provincia céntrica de Homs. Según el pro opositor Observatorio Sirio de los Derechos Humanos, que informa en base a una red de activistas en Siria, el IS ha asesinado a unas 280 personas en Palmira durante los diez meses de su ocupación del lugar. Esta atrocidad incluye la ejecución de 25 soldados pro Asad sobre el escenario del teatro de Palmira, a manos de niños, publicada en vídeo el julio pasado. Un mes después colgaron decapitado al octogenario Jalid Asad, custodio de las joyas arqueológicas de Palmira. El domingo pasado, militares del ejército sirio, respaldados por milicias afines al régimen y apoyados por la aviación de Rusia, lograron expulsar de Palmira a los yihadistas. Se trató de uno de los mayores golpes contra la organización desde que se dio a conocer al mundo en 2013. Palmira, que acoge un conjunto arqueológico grecolatino que es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, está en un oasis que es encrucijada de carreteras a Homs y Damasco, capital siria, y a la asediada por el IS Deir Ezzor. Las joyas históricas de Palmira han sufrido daños incalculables por culpa de la iconoclastia destructiva del Estado Islámico, pero más grave está siendo el daño humano que están provocando los yihadistas en sus dominios en Irak y Siria. Cada vez que han sufrido un retroceso a manos de fuerzas árabes o kurdas, los recién llegados se han topado con enormes fosas comunes llenas de cuerpos. En algunas, incluso, había miembros de la organización extremista. En Siria, la gente se preocupa de enterrar a sus seres queridos en tumbas, ya que creen que los muertos pueden verlos desde el cielo”, explica a este periódico Abu Mohammed, un activista opositor de la ciudad de Raqqa, que precisamente se halla bajo amenaza del IS. Este joven explica que el IS hace desaparecer a todo aquel que osa contradecir las respresivas normas de su imperio del terror, incluído civiles. La razón de enterrarlos en fosas comunes es para “humillarlos”y “que nunca se sepa de ellos”. Las fosas comunes del IS más conocidas fueron las de Sinjar, en el norte de Irak. A mediados de noviembre de 2015, cuando las unidades kurdas derrotaron al IS en aquella localidad, empezaron a aflorar enormes hoyos con docenas de cadáveres de mujeres yasidistas-una minoría considerada “infiel”por el IS-que habían sido secuestradas meses antes. Hasta la fecha se han hallado más de 15, lo que se investiga a fin de acusar al Estado Islámico de genocidio. También los Sheitat, una tribu opositora suní que se enfrentó al dominio del IS en la provincia oriental siria de Deir Ezzor, acabaron con sus miembros en fosas comunes. Más de 230 cuerpos aparecieron en ellas durante 2014, en una matanza que, se estima, alcanzó a 700 personas de esta comunidad, la mayoría civiles. También las fuerzas oficialistas, según ha denunciado Human Rights Watch, han enterrado en fosas comunes, situadas en zonas militares, a decenas de miles de disidentes apresados.
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