LOS
KURDOS RESURGEN ENTRE LAS CENIZAS DE SIRIA
SIRIA YA NO EXISTE.
El tiránico régimen de Bashar al Asad gobierna parte
de lo que queda de ella. El psicopático Estado Islámico de Irak y el Levante
(EIIL) controla otra amplia zona. Pequeños enclaves son gobernados por una
serie de milicias que, muy probablemente, acaben siendo absorbidas por Asad o
por el EIIL.
En el norte, los kurdos han forjado un protoestado propio al que llaman Rojava, el cual sufre la violenta presión del EIIL desde el sur y
choca con la muralla que es la frontera turca al norte. Está dividido en tres
cantones asediados y no contiguos; de ellos, el que más peligro corre es el
situado en torno a la ciudad de Kobani.
Pero el Kurdistán sirio, por muy
cosido y remendado que esté, sigue ahí, pugnando tenazmente.
El Estado
Islámico dice que Rojava es un ente ateo que debe
ser destruido. Turquía dice que es un Estado terrorista de izquierda ante
el cual, como mínimo, hay que ofrecer resistencia.
Estados Unidos considera
discretamente que Rojava es un aliado.
Darius Bargazan produjo un corto
documental acerca de la Siria kurda para el programa Our
Worldde la BBC, con el título Rojava: la revolución secreta de Siria, en el que podemos ver al comandante Redur Jalil. Portavoz
de las Fuerzas Armadas: afirma que, si se pretende que los planes
estadounidenses y europeos triunfen, “necesitarán aliados sobre el terreno”. Él y los suyos lo son, no hay nadie más.
Su ideología es cuasimarxista, lo cual
no es lo ideal, ni mucho menos, pero es preferible, y con mucho, al régimen de
Asad y al Estado Islámico. Al menos garantiza que no
hay represión religiosa. Hombres,
mujeres, gentes de todas las orientaciones religiosas (laicos o no), tienen los
mismos derechos. Los apóstatas del islam y los conversos al cristianismo no
sufren persecución; los judíos tampoco la sufrirían, si es que hubiera alguno
por allí. Una mujer israelí se
presentó voluntaria hace poco para combatir junto a ellos y ha sido muy bien
recibida. Rojava tampoco es una etnocracia:
allí también viven árabes, muchos de los cuales luchan en las Fuerzas Armadas
contra el EIIL.
A largo plazo, el cuasimarxismo
de los dirigentes del Estado en ciernes podría
suponer un problema para la prosperidad del Estado, pero no plantea ninguna
amenaza para Occidente y, en todo caso, probablemente no sea más que una fase
de transición.
Bazargan afirma que en la zona hay dos
millones de habitantes. Terry Glavin informa en el Ottawa
Citizen de que la crisis de los refugiados ha inflado las cifras de población,
hasta alcanzar los 4,6 millones de personas.
Nadie puede saber realmente cuál es la cifra. Puede que algunos de los
refugiados regresen en algún momento a sus lugares de procedencia, o puede que
su número siga aumentando y que se vuelvan habitantes permanentes.
Los turcos están terriblemente
descontentos ante esta situación. Cerca de una cuarta parte de la población de
Turquía es kurda. El peor de los escenarios posibles, desde el punto de vista
de Ankara, es el de un Kurdistán turco independiente, con la pérdida de aún más territorio post-otomano. Pero
el derecho humano a la autodeterminación no depende de si los turcos lo
consideran o no conveniente.
Turquía es, al menos sobre el papel, aliada
de Estados Unidos, aunque se niega
obstinadamente a ayudar en nada de forma significativa. La entidad kurda
conocida como Rojava ni siquiera existe en el mapa, pero es un aliado mejor que
la única nación (Turquía) de Oriente Medio que es miembro de la OTAN.
Es imposible que los kurdos acaben con
el Estado Islámico o con el régimen de Asad, pero, con suficiente apoyo y
tiempo, podrían forjar una región autónoma contigua que fuera funcional y
tuviera unas fronteras seguras, como la que ya existe en Irak.
Lograrlo debería ser lo primero en la
lista de intereses de la política exterior estadounidense en Siria. Supondría
un objetivo claramente definible y contribuiría a mantener
a raya al EIIL por ahora.
Salvar o arreglar toda Siria es
imposible, pero una victoria
parcial es mejor que nada. Si lo dudan, piensen en cómo estaría hoy Seul si el
Norte hubiera engullido al Sur al final de la Guerra de Corea.
Lo que está sucediendo en Siria es un
eco de lo que ocurrió en Irak en los 90 y en la década de 2000. Los kurdos se
libraron primero del Gobierno totalitario de Sadam Huseín, y luego apuntalaron sus defensas contra Al Qaeda en Irak,
el antecesor del EIIL al que los kurdos de Siria se enfrentan hoy.
Lo que lograron los kurdos en Irak es
algo permanente. Esa región nunca más se verá sometida a Bagdad. Su
independencia de Irak se ha logrado a todos los efectos, salvo nominalmente. Es un hecho consumado. El Estado
Islámico tampoco la controlará. Los kurdos lucharán contra él con cuchillos de
cocina, e incluso con los dientes, si no les queda otro remedio.
Los líderes de Rojava afirman que no
quieren dividir Siria, pero es porque decir eso es lo más prudente; si no, los
turcos podrían invadirlos. Es tarea de Washington garantizar
a los kurdos su seguridad y su libertad,
y dejarle claro a Turquía que si invade y lucha del bando equivocado en esta
guerra su pertenencia a la OTAN correría un serio peligro.
No hay nada de sagrado en las
fronteras de Oriente Medio,
ni en las de ningún lugar. Hace poco que Kosovo se independizó de Serbia.
Escocia casi se separa del Reino Unido este año. Abjasia mandó a paseo a
Georgia. Casi todo el mundo cree que los palestinos tendrán su propio Estado en
la Margen Occidental y en Gaza en algún momento.
Los únicos elementos con entidad
que obstaculizan un Estado kurdo de facto, independiente y permanente, llamado
Rojava, son, en este momento, el Estado Islámico, el régimen de Asad y los turcos. Dos de esos tres elementos acabarán por dejar de existir.
No podrá haber paz en el Mediterráneo
Oriental hasta que el régimen de Asad y el Estado Islámico sean borrados de la
faz de la Tierra, pero las regiones kurdas se pueden salvar y reforzar justo ahora y podrían servir de cabezas de playa –o al
menos de zona de seguridad– en el futuro.
Fuente: World Affairs Journal
SIRIA YA NO EXISTE.
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