¿PERMANECER Y EXTENDERSE?
Jonathan Spyer
El Estado Islámico (IS) es una empresa criminal, basada en una ideología demencial. No obstante, desea su propia supervivencia y expansión. En octubre de 2015, antes del derribo del avión ruso sobre el Sinaí y los ataques en París, ninguna amenaza seria a su existencia era evidente. La campaña de bombardeos de la coalición liderada por Estados Unidos era de la boca para afuera (a medias tintas), y el apoyo occidental a los elementos kurdos y árabes, que estaban involucrados en el conflicto contra el Estado Islámico, tenía la clara intención de contenerlo, en vez de destruirlo.
El Estado Islámico ha alterado por sus propias acciones este cálculo. ¿Por qué podría haber optado por hacerlo, y qué es lo que es probable significa esto para la siguiente fase del conflicto en Irak y Siria (y ahora la metástasis más allá de ellos)?
Los atentados en París constituyen el último acto de un giro hacia el terrorismo internacional que comenzó en el verano de este año. El Estado Islámico reivindicó la autoría de un atentado contra una mezquita chií en Kuwait el 26 de junio de 2015. Pero la primera prueba realmente importante de este giro fue el ataque del 21 de julio contra un centro de la comunidad kurda en la ciudad de Suruc, cerca de la frontera sirio-turca. Este ataque fue claramente concebido como un golpe en el 'vientre' de un enemigo que constituyó el principal obstáculo para las ambiciones del Estado Islámico en el norte de Siria.
El atentado en Suruc fue seguido en los meses siguientes por actos de terrorismo del Estado Islámico en Ankara contra una manifestación pro-kurda, en el Sinaí contra el vuelo 9268 ruso de Metrojet, en el sur de Beirut contra el área de Burj al Barajneh controlada por Hezbollah, y ahora en París .
La motivación táctica de estos ataques es bastante obvia. En todos los casos, los ataques fueron contra las fuerzas o los países que participan en uno u otro nivel contra el propio Estado Islámico.
El Estado Islámico ha perdido alrededor del 20 al 25 por ciento de su posesión en el curso del último medio año. Pero estas pérdidas son manejables. De hecho, el grupo ha seguido expandiéndose, en las últimas semanas, hacia el oeste, a través del desierto de Palmira y de allí a la provincia de Homs, en Siria. ¿Por qué entonces embarcarse en un sendero que corre el riesgo de la destrucción del Estado Islámico a manos de fuerzas incomparablemente más fuertes que él mismo?
La respuesta es que el Estado Islámico, al igual que algunas otras manifestaciones del Islam político en la región, no combina sus grandes metas estratégicas con cierta dosis de paciencia táctica y pragmatismo. Más bien, situado en el punto más extremo del continuum islamista sunita, se trata de un verdadero culto apocalíptico. Tiene poco interés en que lo dejen en paz para crear un modelo de gobierno islámico de acuerdo con sus propias luces, tal como al parecer esperaban sus rivales occidentales.
Su lema es 'baqiya wa tatamaddad ' (permanecer y expandirse). Este último es un imperativo tan importante como el primero. El Estado Islámico debe permanecer constantemente en movimiento y en acción cinética.
Si esta acción da lugar a las medias tintas y a la prevaricación de Occidente, entonces esto último ejemplificará la debilidad del enemigo para los partidarios del Estado Islámico y estimulará aún más reclutamientos y nuevos ataques. Y si el enemigo exhibe determinación y contraataca, esto también puede ser recibido como parte del proceso destinado a dar lugar a las batallas apocalípticas finales que forman parte de la escatología del Estado Islámico.
Por lo tanto, permitir que el Estado Islámico se pudra silenciosamente en sus dominios sirios e iraquíes; aparentemente, no va a funcionar.
El problema y el consiguiente dilema para los políticos occidentales es que el Estado Islámico es sólo un síntoma, aunque sea particularmente virulento, de un mal mucho mayor. Si no fuera así, la cuestión de la destrucción de una entidad brutal y destartalada en las tierras áridas de Siria e Irak sería bastante simple. Una fuerza expedicionaria occidental en el terreno podría lograrlo en cuestión de semanas y presumiblemente será acogido calurosamente por una población agradecida.
Esto, sin embargo, es poco probable que sea intentado justamente porque el verdadero problema (pero raramente expresado) subyacente al Estado Islámico es la popularidad y legitimidad que posee la política islamista sunita virulentamente anti-occidental entre las poblaciones árabes sunitas de la zona.
Esto se evidencia por el hecho de que la mayor parte de la rebelión sunita de Siria también se compone de fuerzas islamistas o jihadistas sunitas, muchas de ellas no mucho menos extrema que el Estado Islámico. La coalición rebelde más poderosa, Jaysh al Fatah, por ejemplo, es una unión entre al Qaeda (Jabhat al Nusra), los Hermanos Musulmanes (Faylaq al Sham) y elementos salafistas locales (Ahrar al Sham).
Tal como la insurgencia iraquí y los ejemplos sirios y palestinos lo muestran, la tendencia actual de la política árabe popular y a nivel de la calle en el Levante y en Irak toma la forma de una violenta religión politizada. En consecuencia, cualquier fuerza occidental que entre en el Estado Islámico como libertador será rápidamente considerada como una fuerza de ocupación y por lo tanto objeto de ataques.
Es posible que debido a esto, la política occidental continuará siguiendo el camino de la menor resistencia, tal como lo demuestra el bombardeo francés de Raqqa. Tales bombardeos pueden servir para saciar un sentimiento comprensible de rabia y deseo de venganza por parte del público francés. Pero harán poco para degradar, y mucho menos desalojar al Estado Islámico.
El Estado islámico es parte de un proceso más amplio en el cual Irak y Siria han colapsado y se han fragmentado en sus partes componentes, y una viciosa guerra sectaria entre sus ruinas está teniendo lugar. Si los políticos occidentales concluyen que incluso dada la existencia continua de este proceso más amplio, el Estado Islámico es una manifestación particular que debe ser aniquilada, y si en serio desean seguir esa política, ¿cómo podrían lograrla, dada la determinación de evitar una invasión occidental terrestre por las razones que se señaló anteriormente?
La respuesta es a través de la asociación efectiva con las fuerzas locales fiables, que podrían ser persuadidas, sobornadas o inducidas a emprender la tarea militar de destruir al Estado Islámico, en cooperación con el poder aéreo occidental.
Los candidatos obvios para llevar a cabo esa tarea serían las poderosas organizaciones militares kurdas en Irak y Siria, presumiblemente con un toque o decorado de combatientes árabes (fuerzas tribales árabes sunitas en Anbar, pequeños grupos asociados al "ELS" [Ejército Libre de Siria] en Siria, etc.) para cubrir las apariencias y para retener la zona después de la destrucción del Estado Islámico.
Los éxitos kurdos en cooperación con la Fuerza Aérea de Estados Unidos, tanto en el noreste de Siria como en el norte de Irak, proporcionan el modelo para ese camino.
El problema aquí, por supuesto, es que los kurdos, fiable como son, tienen poca o ninguna motivación para poner en riesgo la vida de sus combatientes en la tarea probablemente ingrata, de proporcionar la columna vertebral para un asalto terrestre contra el Estado islámico.
Este problema no es insuperable. Pero se necesitaría una estrategia capaz de proporcionar incentivos políticos suficientes para los kurdos. Esto casi seguro tendría que incluir el apoyo a un Estado kurdo, o una versión muy arraigada de "cuasi-soberanía”. Las preocupaciones de Turquía serían aquí, por supuesto, un factor. El acuerdo kurdo sirio de permanecer al este del Éufrates parece haber calmado Ankara, por ahora. Pero la agenda de Turquía en Siria, y en particular el problemático apoyo ofrecido por Turquía a elementos jihadistas allí sigue siendo un factor a la espera de atención.
Lo más urgente es un claro entendimiento de que Irak y Siria como estados unitarios han dejado de existir, y que parte de una estrategia exitosa debe incluir en pensar en lo que los reemplaza, y que la manera de desafiar a los elementos activos negativos entre sus ruinas es mediante el apoyo a los elementos positivos.
Las próximas semanas indicarán si una estrategia de este tipo se encuentra en proceso de formulación.
Fuente: Jpost.com
Jonathan Spyer es director del Rubin Center of Global Research in International Affairs Center en el Centro Interdisciplinario de Herzliya y miembro del Middle East Forum.
http://www.aurora-israel.co.il/articulos/israel/Opinion/68370/
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