martes, 26 de agosto de 2014

Por qué Israel debe ganar

POR EDWIN2295
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A finales de junio pasado, aterricé en el aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv. Como es normal, la emoción por estar de nuevo en Israel logró despertarme del letargo causado por el largo viaje. Al esperar mi turno para pasar migración, me encontré con otras personas que, como yo, llegaban para asistir al Jewish Media Summit, un encuentro de personas de todo el mundo vinculadas a la prensa y la comunicación judía.
Al día siguiente, el evento -organizado por distintas entidades del gobierno israelí- comenzó con una plática entre el entonces Presidente Shimon Peres y el periodista David Horovitz, de The Times of Israel. Acto seguido, el Primer Ministro Binyamin Netanyahu llegó para dar su mensaje de bienvenida.
El país se encontraba en plena crisis. “Van 9 días desde que tres adolescentes fueron secuestrados por Hamas, un enemigo que no distingue entre adultos o niños”, dijo Netanyahu. Ese tema ominoso marcó el tono de las distintas actividades que viviríamos en los siguientes 4 días que duró el encuentro. Nunca nos imaginamos a lo que habría de llegar.
Dentro del programa de actividades, los representantes de 25 países tuvimos la oportunidad de escuchar y dialogar con periodistas israelíes y especialistas en temas de seguridad nacional, antisemitismo, desarrollo económico, turismo y mucho más. Pudimos visitar empresas donde se está gestando gran innovación, las excavaciones del antiguo Palacio del Rey David, y hasta la primera ciudad hi-tech planificada por palestinos en Cisjordania, misma que representa una nueva alternativa de convivencia y colaboración entre Israel y emprendedores palestinos.
Fuimos también a la parada de autobús en Gush Etzion, donde los jóvenes Naftali Fraenkel, Gilad Shaer y Eyal Yifrah fueron privados de su libertad por terroristas de Hamas. El sitio estaba lleno de carteles y letreros de simpatía y solidaridad, enviados por la población israelí, y desde los cuatro rincones del planeta. Una parada de autobús sin mayor trascendencia, pero que se había vuelto la “zona cero” para lo que sería uno de los peores conflictos entre Israel y sus enemigos.
El 28 de junio, uno de los tantos cohetes que Hamas lanza desde Gaza al sur de Israel cayó en una fábrica de pinturas en Sderot, ocasionando una gran explosión. Sin duda una provocación más en ese clima de creciente hostilidad. Para el 30 de junio, día en que regresé a México, los medios anunciaban que habían sido encontrados los cuerpos sin vida de los tres jóvenes.
Ahí comenzó la escalada de sucesos que todos hemos seguido en los noticieros y en nuestras redes sociales: la respuesta por parte de Israel para encontrar a los responsables de los secuestros, la creciente intensidad y cantidad de cohetes y misiles lanzados hacia ciudades israelíes, el asesinato del joven árabe Mohammad Abu Khieder, cohetes de Hamas que ya llegaban hasta Tel Aviv y Haifa, la incursión en tierra de las Fuerzas de Defensa Israelí, y los repetidos intentos de cese al fuego que tarde o temprano eran siempre violentados por Hamas . El resultado: una brutal guerra para erradicar al liderazgo de Hamas y reducir significativamente su capacidad para continuar provocando a Israel con cohetes, misiles, secuestros y ataques contra la población civil. La cantidad de cohetes lanzados desde que Israel desocupó Gaza en el 2005 superaba ya los 11,000, todos dirigidos a blancos urbanos y civiles.
Mucho se ha hablado sobre la táctica y la operación en sí, y es algo que se sale del enfoque de este texto, pero es importante señalar las distintas implicaciones geopolíticas de este conflicto: qué papel juega Hamas vs la Autoridad Palestina, el rol de Qatar, Irán y Egipto, la poca o mucha capacidad de precisión del ejército israelí para evitar las pérdidas de civiles en Gaza, el modus operandi de Hamas de almacenar y disparar cohetes en casas, mezquitas, hospitales y escuelas (incluida una operada por la ONU), la infraestructura de defensa israelí, y muchas cuestiones más. En fin, la realidad es que la complejidad de la situación supera esta reseña. Y la cantidad de víctimas inocentes de ambos lados nos recuerdan que esto es algo real, más allá de cualquier ideología: todas son una desgracia y una tragedia.

LAS REACCIONES
Lo que sí supera toda expectativa es la cantidad de expresiones antisemitas que se han desatado como consecuencia de la situación. Y me parece importante recalcar que, ni los judíos ni Israel provocamos el antisemitismo. El que nos odia, lo hace independientemente de lo que hagamos o dejemos de hacer. Pero lo que sí es un hecho es que estas situaciones de crisis e indignación destapan las cloacas del odio reprimido y le prestan una especie de justificación perversa.
Las reacciones se manifiestan en una indignación selectiva, en coberturas mediáticas tendenciosas y engañosas, y en expresiones de odio y violencia francamente sorprendentes. El anonimato de las redes sociales permite que se multipliquen mensajes como#HitlerWasRight, por ejemplo. Mandatarios haciendo afirmaciones irresponsables, como el ahora presidente turco Recep Tayyip Erdogan quien arengó que Israel se estaba comportando “peor que Hitler”. Celebridades como Penélope Cruz, Javier Bardem y Pedro Almodóvar firmando declaraciones acusando a Israel de cometer “genocidio”. O el filósofo italiano Gianni Vattimo diciendo que “me gustaría ver más israelíes muertos, me gustaría dispararle a esos malditos sionistas, deberíamos donar dinero a Hamas para que compre más cohetes”. O el dramaturgo español Antonio Gala, quien publicó una editorial en El Mundo, diciendo que “con razón los judíos han sido tan odiados desde siempre”.
La lista podría seguir, lamentablemente.
¿ANTISIONISTA?

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