La caída del Líbano en la guerra civil sacude a Irán y a Hezbolá como potencias del Medio Oriente
Las "fuerzas especiales" de Hezbolá que luchan contra los manifestantes libaneses están obligadas a cambiar sus palos por munición real mientras Líbano se sumerge en la ruptura del régimen en medio de una economía en ruinas.
La renuncia de Saad Hariri como primer ministro el martes 29 de octubre no tuvo un gran impacto en la situación política en declive en Beirut, no solo porque no era un líder fuerte, sino porque la protesta sostenida en todo el país ya había dividido a Líbano en tres principales agrupaciones de poder en las que no tenía lugar:
DEBKAfile describe esas agrupaciones:
1° La casta gobernante dirigida por el presidente Michel Aoun y sus parientes que se mantienen apartados de la turbulencia en las calles.
2° Los manifestantes que han logrado mantener el impulso de sus manifestaciones en una tercera semana, al tiempo que preservan su unidad de propósito nacional no secular, hasta ahora inédita en el Líbano dividido, en su lucha para deshacerse de una administración corrupta gobernante. Esto podría llevar al país al caos o terminar en cada grupo volviendo a sus raíces étnico-religiosas para la guerra civil.
3° Hizballah, que observa cómo se desmoronan sus bases de poder en el gobierno central. Mientras enviaba a sus "fuerzas especiales" para romper las manifestaciones callejeras por la fuerza, el líder de Hizballah, Hassan Nasrallah, cometió el error fatal, tal vez por pánico, de alinearse con el gobierno central al que apuntaba el movimiento de protesta. Esto dio crédito a la demanda de los manifestantes de eliminar a Hezbolá de cualquier nueva administración nacional que resulte mañana de su lucha.
Se puede dar por sentado que los diversos grupos y facciones religiosas y étnicas del Líbano han reaccionado ante el creciente poder de la calle reponiendo sus depósitos de armas, listos para establecer las líneas para defender a sus comunidades. Por lo tanto, los elementos de la guerra civil ya se están implementando.
Aquí, Hezbolá tiene la ventaja: una fuerza armada paramilitar sin igual por ninguno de sus rivales. Este grupo chiita comanda a 25,000 hombres bajo las armas, de los cuales 6,000 pasaron seis años en los campos de batalla de Siria, y un arsenal provisto por Irán de unos 130,000 cohetes surtidos. Ningún grupo rival tiene la menor posibilidad de prevalecer sobre el ejército de Nasrallah.
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