Israel, los Mugniyeh y Samir Kuntar
Por: Michael J. Totten
Yihad Mugniyeh, hijo del tristemente célebre comandante de Hezbolá Imad Mugniyeh, ha muerto en un ataque aéreo israelí en Siria, cerca de los Altos del Golán.
Hezbolá está luchando contra los yihadistas suníes en Siria, en nombre de los regímenes iraní y sirio, pero eso no significa que haya abandonado su guerra contra Israel. Si el régimen sirio no sobrevive, Hezbolá no podrá recibir más equipamiento bélico de alto nivel procedente de Irán. Ya cuenta con un increíble arsenal de misiles y, a diferencia de lo que sucedió en la guerra de 2006, ahora puede causar daños en Tel Aviv e incluso en Jerusalén, si se atreve. Pero sin Asad en el escenario, una vez que esos misiles desaparecieran, Hezbolá pasaría de ser lo que es hoy, un actor cuasi estatal, a lo que era antes, una mera guerrilla terrorista.
No queda claro cuán importante era el ahora difunto Yihad Mugniyeh, pero su padre fue un psicópata despiadado con sangre de cientos de personas en las manos. Muchos de nosotros lo hemos olvidado, pero fue el más infame terrorista antiamericano del mundo antes de que Osama ben Laden le quitara el puesto.
Mugniyeh dirigió el ataque contra la embajada de Estados Unidos en Beirut en 1983, en el que murieron 63 personas, así como los ataques suicidas con camiones bomba contra paracaidistas franceses y tropas de pacificación norteamericanas de ese mismo año y en la misma ciudad, que se cobraron 299 vidas en un solo día. El ataque contra los barracones de los Marines fue el más mortífero padecido por este cuerpo desde la batalla de Iwo Jima. Asimismo, Mugniyeh secuestró un vuelo de la TWA de Atenas a Roma en 1985: asesinó al buzo de la Marina Robert Stethem, y los demás pasajeros fueron rehenes durante semanas en Beirut, en plena guerra civil libanesa.
Argentina acusó a Mugniyeh del asesinato de 114 personas en Buenos Aires en 1992 y 1994, en los atentados contra la embajada israelí y un centro de la comunidad judía.
También se cree que dirigió el atentado contra las Torres Jobar de Arabia Saudí, en el que murieron 20 personas y 372 resultaron heridas.
Mugniyeh murió en Damasco en 2008, en un atentado con coche bomba sin más víctimas que él presumiblemente obra de la inteligencia israelí. Ahora su hijo, atinadamente llamado Yihad, también está muerto.
Yihad operaba en las inmediaciones de los Altos del Golán junto al infame asesino de niños Samir Kuntar, a quien los israelíes pusieron en libertad en 2008, junto con cuatro miembros de Hezbolá, a cambio de la devolución de los cuerpos de los soldados de las IDF (Fuerzas de Defensa de Israel) Eldad Reguev y Ehud Goldwasser, que habían sido capturados y torturados hasta la muerte a comienzos de la Segunda Guerra del Líbano, en 2006. El 22 de abril de 1979, en la ciudad de Nahariya (norte de Israel), Kuntar mató al policía Eliyahu Shahar, al civil Danny Harán y a la hija de Harán de cuatro años de edad, Einat: puso su cabeza en una roca y golpeó su cráneo con la culata de su fusil.
El intercambio de este tipo por dos soldados ya muertos fue de hecho un pésimo negocio para Israel. “Pensábamos que el enemigo era cruel con los vivos y los muertos”, dijo Israel Weis, ex gran rabino de las IDF; “pero cuando abrimos los féretros y descubrimos su grado de crueldad nos quedamos sorprendidos. Ahí lo dejo”.
Puede que el hijo de Mugniyeh esté muerto, pero Kuntar es un psicópata reincidente que planeará más ataques. Los israelíes se equivocaron al liberarlo, pero si han podido golpear a Mugniyeh, pueden reparar su error haciendo lo propio con Kuntar. Lo último que deberían hacer es detenerlo de nuevo.
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