Judíos ultraortodoxos contribuyen sin querer a la expansión del coronavirus
El coronavirus no conoce fronteras y actualmente pocos son los que se libran de las molestas precauciones necesarias para detener su avance. Israel no es una excepción, pero las autoridades han topado con un obstáculo para poner en marcha las medidas preventivas: Bnei Brak, una localidad cercana a Tel Aviv considerada el bastión jaredí del país.
Bnei Brak es el centro del judaísmo ultraortodoxo. La localidad se ha convertido en la segunda ciudad del país más afectada por el virus, y la prohibición de congregaciones en sinagogas y otros lugares religiosos no ha sentado nada bien entre su población.
Los judíos ultraortodoxos o jaredíes se caracterizan por su rechazo a la tecnología, la cual consideran fuente de contenido inapropiado. Esto hace que las noticias de restricciones relativas al virus les lleguen tarde y favorezcan, sin quererlo, a la expansión de la infección. Si se añade a esto que Bneir Brak es la ciudad más densamente poblada de Israel, surge la receta perfecta para una propagación a marchas forzadas.
Tal y como explica David Rose, director internacional de la organización especializada en situaciones excepcionales ZAKA, el problema se magnifica aún más debido a la falta de contacto directo entre las autoridades del Estado y los rabinos a la cabeza de estas comunidades ultrareligiosas. Los últimos consideran superiores los dogmas y órdenes de la Torá a las decisiones de un Estado que consideran laico.
Por eso, cuando el rabino al frente de la comuna lituana de Bnei Brak trasladó a sus adeptos las medidas a tomar para reducir los contagios, como prestar especial atención a la higiene, evitar visitar sinagogas y permanecer en casa, era demasiado tarde, ya que "el virus ya había penetrado en la sociedad jaredí".
Por eso ZAKA está empleándose a fondo para evitar males mayores y empezó por patrullar las calles de la localidad ultraortodoxa concienciando e informando a los habitantes de las medidas, para continuar con labores conjuntas con el Gobierno de localización de los contagiados.
"Según nos desplazábamos en el vehículo, se nos acercaban más y más personas, nos escuchaban y nos hacían preguntas. Conscientes de la magnitud del problema, dejaron sus quehaceres y se fueron inmediatamente a casa", dice Rose.
Actualmente la ciudad de Bnei Brak luce prácticamente vacía. Hay un sector de la población, principalmente extremistas, que se niega a abandonar sus hábitos religiosos, y eso dificulta las labores de las autoridades para contener el SARS-CoV-2. No obstante, "el 90% de la población se ha tomado muy en serio los llamamientos del Gobierno y de los líderes religiosos", sostiene el director de ZAKA, quien se incluye en la comunidad ultraortodoxa.
Israel ya cuenta con al menos 9.755 casos positivos del nuevo coronavirus, entre los que se incluye un mínimo de 79 víctimas mortales. Medidas como el aislamiento y la distancia social seguirán siendo necesarias para evitar una mayor incidencia de la pandemia en la sociedad hebrea.
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