sábado, 1 de diciembre de 2018

La venganza del comando judío que destruyó el lujoso yate de guerra de Adolf Hitler

Shlomo Erell se hizo famoso por haber liderado a la marina israelí durante la Guerra de los Seis Días y por ordenar a las unidades especiales de su país (formadas por miembros de la «Sayeret 13») que hicieran incursiones en los puertos de Egipto y Siria. Era, según afirma la versión digital del diario «The Telegraph», un oficial aguerrido cuya muerte (acaecida este 20 de noviembre) ha causado un profundo dolor entre la comunidad judía. Sin embargo, hubo una misión que este militar acometió por su cuenta y que ha quedado olvidada en parte: la destrucción del yate que había pertenecido a Adolf Hitler poco después de la Segunda Guerra Mundial.
Erell, nacido el 20 de noviembre de 1920 en Lodz (Polonia), se estableció en Palestina cuando apenas sumaba seis años de edad. Ferviente luchador contra el imperialismo inglés en sus comienzos, se unió a la Academia Naval de Betar, una escuela naval de entrenamiento para marinos judíos en Italia. Allí comenzó a aprender todo lo necesario sobre los mares. Tras regresar y pasar por la cárcel debido a sus actividades delictivas, decidió enrolarse en la marina mercante británica. Su objetivo: hacer llegar, como el resto de marineros, materias primas básicas desde EE.UU. al Reino Unido para sortear el bloque germano.
Quizá su acción más peligrosa durante la Segunda Guerra Mundial fue el momento en el que en el buque en el que servía fue golpeado y hundido por un torpedo lanzado desde un submarino alemán (los temibles “U-Boote” teutones). Erell, a pesar de todo, logró saltar del bajel justo antes de que explotase, aunque cayó al agua y se vio obligado a aguantar durante nueve días perdido en el mar (sin apenas comida ni agua) hasta que fue hallado y rescatado por los aliados. El asalto sobre navíos de transporte no era algo extraño por parte de las Manadas de Lobos, de hecho, era una máxima para impedir el tránsito de mercancías.
La misión que nos acontece, no obstante, se sucedió después de la Segunda Guerra Mundial. En 1948 la inteligencia israelí descubrió que el «Grille», el barco que había hecho las veces del yate personal de Adolf Hitler durante el enfrentamiento y había sido adquirido después por Líbano, se hallaba atracado en las cercanías de Beirut. A partir de ese momento, el gobierno del país se propuso destruirlo. En primer lugar, por su relación con el líder nazi, aunque también porque consideraban que podía contar con armas para atacar algunos puertos de Israel. Al final, se decidió mandarlo al fondo del mar. Y el encargado de hacerlo fue Erell, entonces parte de la armada.
El oficial ideó un extraño plan para acabar con el «Grille» que denominó «Operación David». Atendiendo a las instrucciones, Erell, capitán del buque «Palmach», navegaría hasta Beirut y, sin ser visto, se acercaría al antiguo bajel nazi. A continuación, un buzo experto en explosivos se encargaría de nadar hasta el yate con dos grandes bombas atadas al cuerpo, las acoplaría al casco del navío, y regresaría hasta lugar del que había partido con el trabajo hecho. ¿Qué podía salir mal en este intrincado plan de venganza?
En principio, el «atentado» (como fue calificado a la postre por algunos autores) salió a pedir de boca, pues el «Palmach» ancló en las cercanías del «Grille» y el buzo, con acierto, colocó los explosivos bajo su línea de flotación. Una vez cumplida su misión volvió junto a Erell. Ambos regresaron con una sensación de trabajo bien hecho que se corroboró cuando dos explosiones destruyeron parte del casco del antiguo yate de Hitler. Sin embargo, al final los daños fueron superficiales y el bajel pudo ser reparado. A la postre, y sin saber cómo, terminó sus días en Estados Unidos, donde sirvió como atracción de feria para los visitantes.
El que fuera conocido como «El cisne del Báltico» por Adolf Hitler había servido durante la Segunda Guerra Mundial como sede de lujo para algunas reuniones del «Führer». De hecho, la habitación del líder nazi en su interior era la más apreciada por todo aquel que lo visitaba tanto por el mero morbo, como por su lujo. Esta contaba con una antesala, un dormitorio y un baño. Las estancias incluían además un escritorio, un sofá y varias sillas tapizadas en azul. A su vez, había un tocador privado ideado especialmente para Eva Braun.
El «Grille» contaba además con 35 lujosos camarotes y cuartos para la tripulación; una cocina eléctrica; una levantaría; una enfermería y una planta que podía desalinizar hasta 24 toneladas de agua al día. Apenas tenía ninguna marca del partido nazi. Tan solo una insignia de la Kriegsmarine en la popa y una esvástica en su campana. A su vez, tras el comienzo de la Segunda Guerra Mundial fue equipado como barco colocar minas, además de seis armas antiáreas y tres cañones para defenderse de los posibles enemigos.
Más que por el propio Adolf Hitler (que también lo utilizó), por el «Grille» pasaron personalidades como el Ministro de propaganda Joseph Goebbels o el también popular Heinrich Himmler, Reichsführer de las SS. El mismo almirante Karl Dönitz se vio obligado, el 1 de mayo de 1944, a informar de la muerte del líder nazi en la cubierta del bajel. Sus palabras se pueden leer todavía en el libro de registro del buque: «Actuando por orden del Führer, he asumido el liderazgo de la nación alemana y el mando supremo de las fuerzas de combate». https://ift.tt/2DTrsLCÚltima Hora



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