¿Cómo podemos estar seguros de algo?.
Nuestra mente interpreta absolutamente todo lo que vivimos. ¿Cómo podemos saber si algo existe más allá de nosotros mismos?
Antes de preguntar si deberíamos creer en un Creador todopoderoso, vale la pena preguntar por qué creemos en el resto de las cosas en que creemos.
Si se comienza desde una posición de escepticismo radical (dudando si es posible incluso tener alguna certeza), es bueno preguntar si creemos que hay otras personas en el universo.
Un individuo recibe estímulos de sus propios sentidos, pensamientos y emociones. Para navegar esas vivencias de forma que el mundo parezca predecible, aprendemos a dividir las experiencias en diferentes secciones, sobre las que generamos diferentes asunciones. Entendemos a un árbol de una forma y a un río de otra, y la forma en que los tratamos incluyen mucho poder de predicción. Sé que los árboles están enraizados en el suelo y que los ríos se congelan cuando hace mucho frío.
Para navegar esas vivencias de forma que el mundo parezca predecible, aprendemos a dividir las experiencias en diferentes secciones, sobre las que generamos diferentes asunciones premonitorias.
¿Y qué hacemos con las personas? Desde la infancia se nos entrena a interactuar con lo que parece ser la parte humana de la vivencia como si la mejor teoría sobre ella fuera que su comportamiento es resultado de un proceso emocional, intelectual y sicológico similar al nuestro. Llegamos a entender el comportamiento de los demás como resultado de los pensamientos y conversaciones que tienen.
Sin embargo, más allá del éxito que alcance un individuo al predecir su realidad asumiendo que los demás son como él, nunca podrá probar que ellos existen. En la práctica, estamos tan acostumbrados a asumir la existencia de otros individuos que rara vez pensamos en ello. Pero la idea de que existan otras personas que actúan independientemente en base a sus propios pensamientos y emociones es, sin dudas, sólo un modelo de predicción que ayuda al individuo a entender la información de su vida. Ves a alguien que parece muy enojado y predices que es probable que grite y arroje cosas. Ves que ama a su hijo y predices que lo ayudará y protegerá.
Unsplash.com, Alex Motoc.
Volviendo al tema de un Creador todopoderoso del universo, desde esta perspectiva podemos ver que Su existencia no es un hecho que debamos probar o refutar. En cambio, considera que la misma facultad que poseemos para entender que las personas son individuos que actúan libremente puede aplicarse no sólo a los elementos con forma humana de nuestro mundo, sino también a toda la vivencia combinada. Siempre es posible elegir tomar la completitud del mundo que percibimos y asumir que fue elegido de forma intencionada para expresar las intenciones coherentes de una personalidad.
En principio, si esta asunción es eficiente como modelo de predicción del mundo como una unidad es una pregunta empírica. Así como podemos ser amigos de otra persona y eventualmente entender cómo predecir la forma en que actuará o lo que querrá que hagamos en una situación determinada, quizás también podamos lograr el mismo tipo de entendimiento con el Creador del universo. Tratar de esta forma a todo lo que percibimos hace que entendamos el universo como un complicado grupo de mensajes. ¿Sirve para considerar a nuestras acciones y pensamientos, por un lado, y al resultado de las vivencias en el mundo, por el otro, como dos partes de un diálogo?
Siempre es posible elegir tomar la completitud del mundo que percibimos y asumir que fue elegido de forma intencionada para expresar las intenciones coherentes de una personalidad.
Puede que no concordemos en la efectividad de este enfoque para modelar las vivencias, pero la naturaleza del desacuerdo es muy distinta a lo que era cuando parecía girar en torno a un hecho de la existencia. En lugar de debatir sobre metafísica, comienza a ser un debate más sobre la experiencia de un individuo y sobre la utilidad del enfoque. Hay que reconocer que la tarea parece sumamente difícil, el universo es tan complejo que tratar de decodificar un mensaje suyo a través de la simple observación llevaría indefectiblemente a que la persona se confunda o se vuelva loca.
Por suerte, aquí es donde entra en juego la Biblia Hebrea. Desde esta posición, podemos ver que la Biblia no intenta ser una lista de tesis que deben ser aceptadas a pesar de los hechos, sino que el texto afirma brindarle al lector un entendimiento inicial para comprender lo que el Creador del mundo quiere de él o de la humanidad en general. La Torá contiene afirmaciones específicas con contenido definido que no son tan fáciles de deducir de principios fundamentales. Dios no quiere que los seres humanos se maten unos a otros y quiere que descienda una nación particular de Abraham, Itzjak y Yaakov para que construya un Templo en Jerusalem y se abstengan de comer ranas.
Estos son detalles reales que, empíricamente, podrían ser correctos o equivocados, implicando que podrían ser consejos muy útiles o muy equivocados para predecir y entender los eventos en el mundo creado. Bajo esta luz, tanto judíos como gentiles, no estamos obligados a creer hechos sin tener evidencia (como a menudo se caricaturiza a los creyentes de la religión bíblica). Sino que se nos invita a conocer a Dios a través del mundo que creó, guiado por textos que nos ayudan a comenzar a entender lo que quiere de nosotros y cómo promete expresar su juicio en este mundo. La mejor forma de atestiguar esta guía es estudiando a corazón abierto y actuando de manera afín al conocimiento adquirido, aprendiendo a cada paso a escuchar más de cerca la voz suave y tranquila que nos enseña el propósito trascendental.
Foto: Unsplash.com, Marc-Olivier Jodoin
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