General Soleimani, el estratega de la guerra irregular
Qassem Soleimani había dejado de ser el «comandante en la sombra», sobrenombre más usado en la prensa occidental, del régimen iraní para convertirse en el mejor argumento de la república islámica en su lucha contra el Estado Islámico
En octubre, la Guardia Revolucionaria iraní anunció que había frustrado un complot extranjero para asesinar a Qassem Soleimani. Tres meses después, el todopoderoso cuerpo paramilitar anunció su muerte en un ataque de un avión no tripulado de Estados Unidos en el aeropuerto de Bagdad. El «Comandante fantasma», «General internacional», «La pesadilla del enemigo», «El más poderoso de Oriente Medio», tal y como le apodaban en la prensa occidental, dejó en 2014 de ser el «comandante en la sombra» del régimen iraní para convertirse en el mejor argumento de la república islámica en su lucha contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI). El máximo responsable de las Brigadas Quds dejó de ser ese año el personaje tan omnipresente como invisible de las últimas dos décadas, tiempo que llevaba al frente de las Brigadas Quds, unidad de acción en el exterior de la Guardia Revolucionaria, organización creada por el Imam Jomeini para defender los valores de la revolución de 1979.
Mientras que Occidente y los países árabes formaban entonces una coalición para bombardear al EI desde el aire y el mar, pero con la línea roja de «no poner tropas sobre el terreno», como repetía en cada intervención el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, Teherán enviaba a su hombre más carismático a la primera línea del frente, y este se hacía fotografías y vídeos con sus compañeros de lucha para difundirlos a través de las redes sociales y grandes medios iraníes. Un hombre cuya historia al frente de las Brigadas Quds resumía la historia de las luchas internas en Oriente Próximo y el reto de Irán de consolidar un «eje de resistencia» en los últimos 16 años.
Tras la invasión de Irak, como durante los primeros años de la revuelta en Siria, los iraníes siempre habían negado la presencia de sus unidades especiales sobre el terreno, pero a partir de entonces cambiaron de estrategia. En los medios nacionales de la república islámica lo que era un secreto a voces dejó de ser tabú y comenzaron a mostrar el papel activo de Suleimani y sus hombres.
En las fotografías más recientes, este hombre de estatura media y barba y pelo blancos aparecía siempre sonriente, pero sin uniforme, armas ni protección aparente, rodeado de milicianos con pose amigable. Nacido en 1957 en Rabor, provincia de Kerman, estaba casado y era padre de tres hijos y dos hijas, como recogió el periodista Dexter Filkins en el meticuloso perfil que le dedicó en «The New Yorker» en octubre de 2013. Un texto «elaborado durante más de cinco meses de entrevistas», confesaba el periodista estadounidense a este medio, tan meticuloso como permite una figura inalcanzable, ya que es quien se encarga de dirigir unas brigadas que Filkins definía como «mezcla entre la CIA y las Fuerzas Especiales».
Como el Irak post Sadam, el Irán posterior al Shá se quedó sin un ejército capaz de responder al ataque de Bagdad y fueron las fuerzas irregulares las que llevaron el peso de la guerra. Una experiencia básica para entender la estrategia iraní en todo Oriente Medio de crear un brazo de operaciones externas de la Guardia Revolucionaria para formar grupos como Hizbolá, apoyar a Hamás, o promover la creación del Ejército de Defensa Nacional en Siria y las milicias en Irak, todas menos el brazo de los Hermanos Musulmanes en Gaza, de marcado carácter sectario y leales a las órdenes de Teherán, que no escatima en armas y financiación. Un mapa pensado para el desarrollo de guerras irregulares que aseguren la supervivencia del bautizado como «eje de la resistencia» entre Teherán, Damasco y Beirut. Un pasillo chií frente al sunismo mayoritario y a las puertas del enemigo israelí.
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