¿Hubiera sido mejor nunca haber nacido?
por Simón Apfel
Te presento, según el New Yorker, al filósofo más pesimista del mundo.
El Dr. David Benatar es el director de la facultad de filosofía en la Universidad de Ciudad del Cabo, y un completo genio. En los últimos años, se hizo conocido como una de las voces más atractivas en contra de la proliferación de identidad política en los campos universitarios. Él debatió con todos, desde Sam Harris hasta Sam Levens. Fue la inspiración para el indeleble anarquista Rust Cohle, protagonizado por Matthew McConaughey en la primera temporada de la serie "True Detective" de HBO. También fue mi profesor de filosofía en primer año y, como muchos otros, me enamoré profundamente de él.
Si bien es innegable que es un excéntrico, Benatar por cierto no es, o no parece ser, un tipo triste. Dirige sus clases con notable alegría de vivir y luce una sonrisa traviesa, le brillan los ojos y tiene muy buen humor. Por eso me sorprendí cuando hace algunos años escuché por primera vez sobre la doctrina antinatalista que Benatar escribió en su libro titulado "Better Never to Have Been" ("Mejor no haber nacido nunca") y luego la secuela igualmente inquietante: "The Human Predicament: A Candid Guide to Life’s Biggest Questions" ("El predicamento humano: una guía sincera sobre las preguntas más importantes de la vida").
Un perfil publicado en el New Yorker describe a Benatar como "el filósofo más pesimista del mundo", mientras que un editorial más reciente en el Irish Times se refiere a sus ideas "como semillas tóxicas que pueden germinar en el futuro a medida que la reverencia tradicional por la dignidad innata de los seres humanos sigue disminuyendo".
Tal como implica el título de su primer libro, Benatar argumenta que estaríamos mejor de no haber nacido. Y si bien la cálida recepción de su obra en el mundo de la filosofía probablemente dice más sobre las vidas de aquellos que habitan ese mundo antes que cualquier otra cosa, de forma fiel al genio de Benatar y su agudo poder de razonamiento, él de hecho presenta un argumento intrigante.
En su obra, Benatar argumenta que existir siempre implica un grave daño, y tiene relación con estas afirmaciones: que la procreación siempre es mala; que es un error no abortar los fetos en las primeras etapas de gestación, y que sería mejor si como consecuencia de que no hubiera nuevas personas, la humanidad llegara a extinguirse.
En el eje de su argumento encontramos una "asimetría" curiosa en relación al dolor versus el placer:
"La presencia de dolor es mala y la ausencia de dolor es buena", escribe Benatar, "pero mientras que la presencia de placer es buena, la ausencia de placer es mala sólo si alguien se ve privado de ese placer. Si nadie se ve privado de un placer ausente, porque la persona que hubiera experimentado ese placer nunca existió, entonces la ausencia de ese placer no es mala…"
Argumentando de forma extensa a favor de esta asimetría, él luego demuestra por qué esto implica que llegar a existir siempre es un daño. Dicho en los términos más simples posibles: vivir es igual a uno más (el bien) y uno menos (el dolor), y no vivir equivale a uno más (sin dolor) y no menos. Por lo tanto, siempre es "mejor nunca haber nacido". (Una de las ramificaciones asombrosas de su argumento es que incluso se extiende a aquellos que en definitiva vivirán una vida con más placer que dolor).
Profundamente inquietante
Muchas de las críticas dirigidas a esta tesis se deben al hecho de que a pesar del riguroso análisis y el brillante razonamiento, hay algo profundamente inquietante en las conclusiones de Benatar. Como dijo un crítico desdeñoso: "Es más probable que el argumento de Benatar sea falso antes de que la asimetría sea cierta".
Sin embargo, esta es una respuesta que Benatar anticipó desde el primer momento, por lo que escribió en la propaganda de su primer libro:
"A pesar de que estas conclusiones son antagónicas a las intuiciones comunes y profundamente arraigadas, el autor argumenta que estas intuiciones no son confiables y, por lo tanto, no pueden usarse para refutar las sombrías conclusiones del libro".
Asimismo, al crítico anterior, Benatar le respondió que "en lugar de considerar realmente mi argumento… (él) considera sólo la posibilidad de digerir mi conclusión".
Dolor versus placer
A riesgo de saltar directamente al foso de los leones y ser masticado al igual que los diversos eruditos y filósofos que criticaron a Benatar antes que yo, me gustaría plantear algunos de los que en mi opinión son los problemas fundamentales de su postura, y demostrar que su argumento general no es inexpugnable.
Para comenzar, el argumento de Benatar parece basarse en una suposición muy polémica: que el dolor y el placer pueden ser comparados, enfrentados el uno contra el otro; y en una simplificación excesiva; que el valor o la deseabilidad de una vida se puede calcular mediante la simple fórmula de "dolor vs placer".
En primer lugar, no hay ninguna razón para asumir que el dolor y el placer pueden llegar a ser comparados uno contra el otro. El dolor no necesariamente disminuye el placer, y de hecho, los dos a menudo coexisten en una misma experiencia, y a veces se complementan mutuamente (por ejemplo, los deportes de resistencia). En otras palabras, es el clásico escenario de las manzanas y las naranjas.
Claramente, a menudo las personas llegan a entender un significado extraordinario a través de sus circunstancias dolorosas. A modo de ilustración, hace poco escribí una nota sobre "Kids Kicking Cancer", una organización fundada por Rav Eliezer Goldberg que alienta a los niños que padecen una enfermedad terminal no sólo a dominar su dolor sino también a ayudar a otros más afortunados que ellos a dominar su propio dolor.
De hecho, Benatar acepta que las personas encuentran sentido en el sufrimiento. Sin embargo, él ve esto más como un mecanismo de supervivencia. Sin embargo, el hecho es que incluso si tiene razón y se trata sólo de un mecanismo de supervivencia, la respuesta obvia es: "¿cuál es el problema?". El punto resultante es que las personas generan significado en su respuesta al sufrimiento. Para los propósitos de este argumento, en gran medida es irrelevante cómo y por qué sucede.
Impacto positivo
Otro tema que Benatar no parece tener en cuenta es la interacción humana y la posibilidad que las personas tienen de influir sobre su ambiente. En el mundo hay muchas personas que son netamente contribuyentes, cuya contribución supera su consumo. Quienes encuentran curas para las enfermedades, que contratan a miles de personas para un empleo significativo, un médico local e incluso el dueño del café del barrio. Estas son personas para quienes el valor neto de sus vidas se extiende mucho más allá del dolor y del placer que experimenten. Ellos promulgan cambios positivos en el mundo que los rodea, y condenarlos a no existir a través de una fórmula simplista de dolor versus placer es negarles la oportunidad que hubieran podido tener -la oportunidad que todos tenemos- de hacer del mundo un lugar mejor.
Por supuesto, también podemos influir sobre el medio de forma negativa, y en su argumento "misantrópico", Benatar señala cuán prevalente es esa influencia negativa. Pero no queda abundantemente claro que el comportamiento humano misantrópico (ya sea o no intencionalmente altruista) es más prevalente que el comportamiento humano filantrópico. Él argumenta sobre las instancias en que los humanos se benefician de otros humanos son "raras excepciones", peor no trae datos para respaldar esa idea, y lo único que ofrece es más evidencia anecdótica y una vaga suposición.
Benatar trae muchos ejemplos respecto a por qué la vida no es tan buena como idealmente debería serlo. Uno de los ejemplos es que no vivimos tanto como podríamos vivir. Por supuesto que de acuerdo con su propia opinión, dado que vivimos vidas que contienen más dolor que placer, vivir una vida más corta sería una ventaja y no una desventaja.
Benatar analiza extensamente cómo las evaluaciones subjetivas de las personas sobre la calidad de sus vidas no son confiables, y dice que somos propensos a considerarnos más felices de lo que en verdad somos, a recordar con mayor facilidad las experiencias positivas que las negativas, y a adaptarnos a nuestras circunstancias adversas y eventualmente llegar a aceptarlas. En cada caso, y una vez más, la respuesta es: "¿y cuál es el problema?"
El sufrimiento —y sin duda el recuerdo del sufrimiento pasado— es un estado mental. Si la memoria y la sensación subjetiva del sufrimiento retroceden, entonces eso es todo lo que importa. El hecho histórico, objetivo del sufrimiento está fuera de la experiencia inmediata de la persona en cuestión y no debe preocuparnos. Dicho de otra manera, si nos sentimos mejor de lo que "deberíamos" respecto a la vida, entonces quizás nuestras vidas realmente sean mejores. Lo que sentimos está inextricablemente ligado a lo que hacemos en la realidad.
¿Cómo se mide el dolor y el placer?
Es importante señalar que Benatar no aboga por el suicidio (o el asesinato). Él reconoce que la muerte misma es una forma de sufrimiento. En sus palabars: "No existe interés en llegar a existir. Pero una vez que uno existe, nos interesa no dejar de existir".
Para ilustrar este punto, él ofrece una interesante analogía: la vida como una mala película: "Una actuación en el teatro… puede que no sea tan mala como para irse, pero si supieras de antemano que será tan mala como es, en primer lugar nunca hubieras ido".
Pero en esta analogía hay un problema muy claro. Si a priori sabes que la película o la obra de teatro va a ser terrible, la razón por la que no irías es porque ir implica un costo de oportunidad. En otras palabras, puedes hacer algo más productivo y placentero con tu tiempo. Por otro lado, optar por la vida, no lleva ese costo de oportunidad. Si no vivieras no estarías haciendo algo mejor; directamente no existirías.
Lo cual nos lleva quizás al error más fundamental del argumento de Benatar. El dolor y el placer no pueden medirse. Incluso suponiendo que podemos cotejarlos entre sí, no hay ninguna razón para sostener que son equivalentes, en una proporción simple de uno a uno. Benatar quiere que creamos que se trata de que 3 unidades de placer menos 4 unidades de dolor = una vida que hubiera sido mejor no vivirla. Pero en realidad es X-Y = quién sabe qué. No tenemos los valores relativos para cada variable. E incluso si los tuviéramos, serían infinitamente complejos y diferentes para cada individuo.
En "El predicamento humano", Benatar trató de resolver el problema de la mensurabilidad. Con el argumento de que "los peores dolores son peores de lo que los mejores placeres son buenos", él evoca un experimento mental en el cual le pide al lector que considere "si aceptaría una hora de los placeres más exquisitos a cambio de una hora de las peores torturas".
Y tiene razón. Ninguna persona razonable estaría dispuesta a aceptar una hora de intenso placer a cambio de una hora de extrema tortura. Pero en esta pregunta la cuestión es el tiempo. Si lo sacamos del reino de lo hipotético y le preguntamos a alguien que sufrió quemaduras o a una víctima de cáncer: ¿escogerían no haber conocido a sus hijos o no haberse casado con sus parejas para evitar este sufrimiento? Si pudieran regresar atrás en el tiempo, sabiendo lo que saben ahora, y tras haber experimentado todo lo que han experimentado, ¿estarían dispuestos a elegir no haber nacido nunca debido al dolor de esa existencia? En la mayoría de los casos, la respuesta sería un "no" rotundo.
Las vidas que compartimos con otros, y las vidas que ellos comparten con nosotros, son lo que hacen que nuestra existencia valga la pena.
Este ejemplo, del significado y la enorme fuerza de las relaciones, no es incidental. Incluso si la vida pudiera ser reducida a un preciso y significativo análisis de costo-beneficio, incluso si pudiéramos estar seguros de que todo el espantoso sufrimiento emocional y psicológico que tendremos que soportar durante nuestras vidas superará a todos los placeres, en verdad no sería mejor no haber nacido.
Porque incluso si no hay ninguna otra razón, las vidas que compartimos con otros, y las vidas que ellos comparten con nosotros, son lo que hacen que nuestra existencia valga la pena.
Por supuesto, Benatar no es el primero en presentar estas objeciones a la continuidad de nuestra especie. En el siglo IX, el pensador persa Abu Bakr al Razi, uno de los grandes eruditos de la Edad de Oro islámica, hizo afirmaciones sorprendentemente similares.
El médico y filósofo medieval, Maimónides, también conocido como el Rambam, en su obra clásica de filosofía judía, "La Guía de los Perplejos", fue implacable en su crítica:
Razi escribió un libro famoso, que tituló "Las cosas Divinas". Él lo llenó con la enormidad de sus desvaríos y sus nociones ignorantes. Entre ellos está la idea de que en lo que existe hay más mal que bien. Si comparas el bienestar del hombre y sus placeres en el período de tiempo de bienestar, con los dolores, los pesados sufrimientos, las enfermedades, las aflicciones paralizadoras, las miserias, las penas, las calamidades que le sobrevienen, encontrarás que la existencia (él se refiere a la existencia del hombre) es un castigo y un terrible mal que se le inflige. Él comenzó a establecer esta opinión examinando inductivamente estas desgracias, para oponerse a todo lo que piensan los partidarios de la verdad sobre la beneficencia y la munificencia de la deidad y respecto a que Él sea el bien absoluto y que todo lo que procede de Él sea indudable y absolutamente bueno…
Me pregunto si la respuesta del Rambam a los argumentos de Benatar serían menos mordaces.
https://aishlatino.com/hubiera-sido-mejor-nunca-haber-nacido/?acid=dc463d02e0eed32fd413d69e77e8ecc4&src=ac&vgo_ee=YbtDPzTfW9niF0ZcEZeZAtSYFmrMikCwlKFARSZoYAo%3D
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