Polonia da un portazo a la cesión de cazas a Ucrania por miedo a un 'casus belli' con Rusia
El primer ministro polaco dice que ya ayudan de otras formas. La UE propuso la idea y fracasó. Parece que EEUU no podrá solucionarlo.
El control del espacio aéreo es fundamental en los conflictos bélicos modernos. En el caso de la invasión rusa de Ucrania es un escenario de guerra que todavía está en disputa, aunque Kiev sabe que sus recursos aéreos se van consumiendo –cazas, drones, baterías antiaéreas– y que eso podría facilitar que Rusia, con mucho más material a su disposición, pueda terminar por hacerse con la supremacía aérea.
La última oportunidad parecía ser Polonia, un país que todavía tiene en servicio los obsoletos Mig29 de fabricación soviética que utilizan los pilotos ucranianos –si los pilotos de un país en guerra no dominan a la perfección el aparato que manejan se convertirían en blancos fáciles para la aviación rival–, pese a que llevaba negándose a cederlos durante más de una semana. Este lunes parece que ha llegado el portazo definitivo a esta posibilidad.
"No proporcionaremos aviones de combate a Ucrania y tampoco pondremos a su disposición nuestros aeropuertos. Ya ofrecemos una ayuda significativa en muchas otras áreas", ha dicho tajante el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, que ha negado en una conferencia de prensa ante en tres ocasiones ante los periodistas locales la posibilidad de que su Fuerza Aérea sea la encargada de aportar los cazas.
La razón de la negativa es clara. El Gobierno de Polonia tiene miedo a generar un ‘casus belli’ con Rusia, es decir, una causa de guerra para que Moscú se sienta legitimada para iniciar un ataque en suelo polaco. Un hecho muy probable después de que desde el Kremlin advirtieran este pasado fin de semana que "los países que usen sus aeropuertos para abastecer a Ucrania con aviones de combate pueden ser considerados participantes en el conflicto".
La idea de trasferir cazas de combate gratuitamente a Ucrania fue del Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, quien dijo hace unos diez días que pagarían por ellos a cualquiera de los cinco países europeos con este tipo de cazas que los cediese. Pero, pese a que son aparatos obsoletos y en unos años solo servirán para chatarra, ninguno quiso porque ponía en dificultades su propia seguridad aérea y el dinero no lo compensaba.
Visto el fracaso rotundo del intento europeo, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, intentó convencer a Estados Unidos para que decretase un área de exclusión aérea –algo imposible porque terminaría implicando un enfrentamiento aéreo entre cazas de la OTAN y Rusia sobre el cielo ucraniano y la consiguiente guerra OTAN-Rusia– o que cuanto menos intentase la cesión de los cazas de combate.
Estados Unidos ha intentado en los últimos días solucionar el entuerto (que ha) generado. No ponía dinero, como la UE, pero sí daba cazas de combate F16 a Polonia, iguales a los que compró Varsovia hace unos años al fabricante norteamericano Lockheed Martin. Unos aparatos que podrían ser usados desde el primer día por los pilotos polacos. Un negocio redondo, porque Polonia se desprendía de cazas para achatarrar y recibía unos más modernos con los que ya trabaja y para los que ya tiene una logística consolidada.
Pero el miedo a generar un casus belli ha sido determinante. De hecho, el gran problema que generaba la oferta estadounidense era precisamente ese. Cómo conseguir que esos Mig-29 llegasen a manos de los pilotos ucranianos sin generar un motivo para la guerra entre Rusia y un socio de la OTAN. Y cómo idear una cesión de material que no pudiese ser controlada por Moscú y que permitiese al enemigo destrozarlos antes de que hiciesen su primer vuelo.
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